viernes, 31 de octubre de 2025

Agoreros contemporáneos

Publicado en Diario El Salvador

Un agorero es alguien “que predice males o desdichas”. Su significado también se aplica, por extensión, a gente muy pesimista que solo ve dificultades, nunca oportunidades. El término tiene su origen en la antigüedad grecorromana, donde había personas consideradas especialistas en la interpretación de augurios: señales supuestamente provenientes de los dioses o de fuerzas sobrenaturales. Aunque tales predicciones no eran exclusivamente sombrías, con el tiempo el agorero fue adquiriendo una connotación negativa, hasta derivar en su sentido actual.

En las sociedades contemporáneas, más racionales y menos supersticiosas, los agoreros siguen presentes, aunque se les vea como marginales. Lo interesante es que también existen en versiones mutadas. En nuestro país, los hallamos en forma de analistas, comentaristas y activistas políticos de oposición, quienes practican la extraña afición de predecir fracasos, pero no a partir de indicadores objetivos, sino de una actitud nociva y un pensamiento fatalista, que “no ve posibilidad de cambiar el curso de los acontecimientos adversos”, infundiendo desánimo y desaliento. Quizá ya no interpreten señales misteriosas para fundamentar sus negaciones, pero sí se apoyan en sus propios sesgos cognitivos y necedades ideológicas.

Uno de los casos más recientes es el de un académico que —refiriéndose al programa de becas para estudios superiores que impulsa la Secretaría de Integración— sentenció lo siguiente: “Van a dar muchas becas y van a generar mucha frustración”, porque los beneficiados ingresarán a la universidad pero “al cabo de uno o dos semestres la van a abandonar, porque no tienen las competencias necesarias y, además, son de escasos recursos económicos y no podrán esperar siete años para graduarse”.

Semejante afirmación descansa en varias falacias, siendo la principal el ignorar la relación entre las inteligencias múltiples y la carrera a elegir: se trata de que cada quien reconozca sus habilidades particulares y elija su profesión en función de ellas. Decir que los jóvenes de centros escolares públicos carecen de competencias es una falsa generalización y una afirmación clasista, que fácilmente pueden desmentir los docentes que trabajan con ellos en los cursos de preparación. Las becas son acciones positivas para romper el bucle de la pobreza, atacando la perpetuación de imposibilidades fácticas.

Hay otros agoreros que —con añejo pero diluido prestigio analítico, que ellos mismos se dedicaron a defenestrar a base de ligerezas— parecieran despertar a diario con la única consigna de fustigar cuanto proyecto se anuncie. Para ello no solo filtran a conveniencia información parcializada, sino que la distorsionan y hasta la inventan. Sobre esa base producen afirmaciones tales como que “el país no puede estar viviendo una nueva realidad ni podrá vivirla en el corto plazo”, pese a que los indicadores objetivos y la percepción ciudadana muestran que el país va por el rumbo correcto.

En este afán de torpedeo ideológico, hay quienes construyen su discurso desde una autoridad que no tienen, ni en lo moral ni en lo intelectual. Se esmeran en hacer elucubraciones en voz alta, pero sin el filtro de la lógica ni la prudencia. Se lanzan contra obras necesarias y con proyección a mediano plazo, como el Aeropuerto del Pacífico, del cual uno de ellos vaticinó que “no va a servir, no va a ser rentable”, sin aportar ningún dato, estudio ni evidencia para sostenerlo.

Al final, queda cierto margen de duda sobre la motivación de estos agoreros, profetas del pesimismo. Puede ser que hablen convencidos de lo que dicen o, por el contrario, que lo hagan para vender un discurso interesado. Si este fuera el caso, se entendería como una intención perversa, una pose, parte de una estrategia política. Pero si su estado de ánimo fuera realmente tan oscuro y nihilista como lo proyectan, sería un urgente llamado de atención sobre su salud mental.

domingo, 26 de octubre de 2025

Por qué la gente no les cree

Desde antes de la elección de Nayib Bukele como Presidente de la República en 2019, el periódico digital El Faro afirmó que hubo contactos entre presuntos representantes del entonces candidato y miembros de pandillas, cuando aquel fungió como Alcalde de San Salvador. La supuesta prueba era una fotografía donde se ve a varias personas en una mesa, en una venta de comida, que dicen estaría validada por testimonios de sus fuentes pandilleras, con quienes los periodistas acusadores tienen nexos.

Luego, desde mediados de 2020, El Faro ha ampliado e insistido en denunciar que el gobierno de Bukele hizo un pacto con cabecillas pandilleros, para reducir homicidios a cambio de beneficios puntuales. Las pruebas presentadas al público han sido, en el transcurso de varias entregas, una fotos de personas encapuchadas, audio de conversaciones donde todos hablan en clave y con sobrenombres, y principalmente fuentes pandilleras con evidente interés en plegarse a este relato para buscar beneficios propios o perjudicar al gobierno. Últimamente publicaron un video entrevistando a un criminal prófugo, quien dijo que sí a todo lo que los hermanos Martínez d’Aubuisson le fueron sugiriendo en el transcurso de una conversación bastante amigable.

Utilizando una fuerte red de activistas patrocinados, los de El Faro consiguieron que personeros de la administración Biden le compraran ese relato, con consecuencias diplomáticas y, además, logrando que el Departamento de Justicia de los Estados Unidos mencionara el tema en una acusación contra líderes de pandillas por delitos en aquel país, presentada en Nueva York. Sin embargo, en los años 2023 y 2024, la misma administración demócrata se desmarcó de dicha narrativa y comenzó acercamientos estratégicos con el gobierno de Bukele, mismos que se consolidaron y se ampliaron con la llegada del presidente republicano Donald Trump, en enero de 2025, lo cual ha resentido mucho a la red mediática y lobista anti Bukele, pues está claro que esa narrativa ya no tiene espacio en los despachos oficiales.

En el fondo de todo persiste una pregunta fundamental: ¿por qué la población salvadoreña no se cree esta teoría conspirativa del pacto?

La primera razón es porque dicha teoría se sostiene únicamente en la credibilidad de los periodistas de El Faro, caracterizados por más de una década por publicar material que de una u otra forma justifica o legitima a las pandillas, por quienes sienten una extraña fascinación. Son ellos quienes afirman haber recibido los testimonios de los criminales y, solo por ser ellos, habría que creer que sus fuentes son reales y también que lo que estas dicen es cierto (cosa ya de por sí dudosa, dada la situación de precariedad a la que los redujo el gobierno de Bukele).

La segunda razón es mucho más simple, pero contundente: la teoría del pacto choca frontalmente con la realidad de la desarticulación de las pandillas en El Salvador. El Faro y sus satélites se han esforzado en deslegitimar el logro gubernamental diciendo que este procede de una negociación. Eso es un absurdo evidente, pues no hay estructura en el mundo, criminal o no, que vaya buenamente a negociar su propia extinción a cambio de nada. Pensar que sus cabecillas —con años de experiencia en vida criminal, control territorial y manipulación de actores políticos— hayan sido tan ingenuos como para pactar y acabar rendidos, desarmados y presos, requiere un nivel de imaginación sólo proporcionado por sustancias alucinógenas.

El Faro y su red de medios amigos, sin duda, se seguirán esforzando por repetir este relato hasta la saciedad, pues aparentemente no tienen más que ofrecer. El problema para ellos es que, si no funcionó cuando pensaban que iba a ser una bomba mediática, difícilmente funcionará cuando ha quedado reducido a un refrito cuyo sabor se va degradando en cada entrega.

domingo, 19 de octubre de 2025

El juicio de la historia

Hay un sector opositor, presumiblemente ilustrado, que de un tiempo hacia acá ha venido reclamando una victoria imaginaria a futuro (para dentro de uno, dos, tres o quién sabe cuántos lustros), ese momento soñado en que “la dictadura” de Bukele caiga. Para entonces, han prometido tomar venganza contra todos los que, de una u otra forma, “colaboran con el régimen”; pero mientras su soñado momento llega, han comenzado desde ya su labor de amenazas para exponerlos públicamente, “no olvidar” sus nombres y sentenciarlos a que “la historia los condenará”.

Ese es el tema: la historia.

La historia no es solo un conjunto de nombres y fechas, eso pertenece más a la historiografía. La historia es, sobre todo, una interpretación de los hechos, los procesos previos que los produjeron y las consecuencias que tuvieron. Dado que en esta hay intereses e ideologías que usualmente se contraponen, la historia no es una sino varias, dependiendo de quién la cuente y cuál relato prevalezca.

El delirio opositor cree que la historia de El Salvador, a partir de 2019, la contarán sujetos periodísticos pro pandillas y sus consumidores, académicos desarraigados de las vivencias cotidianas de la población, activistas de la amargura o esa red internacional de oenegés y medios progres con agenda anti Bukele, sea financiada o espontánea. Lo están intentando, sí, pero su relato no está calando en la inmensa mayoría de salvadoreños, quienes experimentan los beneficios de una política de seguridad que, aun con sus imperfecciones, logró desmantelar las estructuras de crimen organizado que sometieron al país por décadas, basadas en el sometimiento físico y psicológico del terror organizado.

Esta gente —unos desde raíces izquierdistas setenteras desfasadas, otros desde burbujas clasistas, otros por inmadurez política y otros, porque la bilis les manda— está consciente de que no pueden contra la decisión popular vigente y, entonces, desplazan sus esperanzas hacia un futuro incorpóreo, indefinido e indeterminado, en el cual se les cumpla lo que en realidad desean: el fracaso del actual proyecto de país. Y entonces, dicen, “la historia sepultará a quienes colaboraron con la dictadura”.

Sin duda, cualquiera que tenga boca o redes sociales puede aparecer prediciendo el futuro, dándose aires de superioridad moral. En los setenta, la izquierda internacional cantaba en rimas de trova: “La historia lleva su carro y a muchos nos montará, por encima pasará de aquel que quiera negarlo”. Pero lo que cuenta son las realidades, que en el presente son mucho más poderosas que las ficciones grandiosas de esa oposición vociferante, pero sin mayor incidencia en el rumbo que lleva el país, como no sea intentar sabotearlo.

Suele decirse que “el tiempo pone a cada quién en su sitio”. Si eso fuera así, la mayor pesadilla a futuro, para ese coro disonante de opositores obcecados, será que esta parte de la historia que nos ha tocado vivir sea recordada como un punto de inflexión irreversible, que condujo a El Salvador hacia el desarrollo social y económico que le fue negado por siglos.

A esta fecha, la realidad documentada es que la ciudadanía cree, con fundadas razones, que este renacer será posible. Como se trata de opciones, también se respeta el derecho de quienes han decidido cerrar permanentemente el espacio a la esperanza, ejerciendo su derecho de vivir en constante amargura y expresándola con regularidad, como catarsis irremediable. Lo que resulta inaceptable de estos últimos es que, con tal de “tener razón”, se dediquen a torpedear con falacias y manipulaciones el esfuerzo de reconstrucción nacional, arrastrando en su remolino tóxico a quienes puedan y lo permitan. Esa es una clara amenaza ideológica y, en ella, lo que está en juego no es solamente el presente.

En todo caso, la prevalencia de una u otra versión de la historia no es una batalla que se pueda dar por ganada de antemano, por más aplastante que sea el apoyo popular que un líder tenga o por más que golpeen la mesa quienes buscan revertir sus logros. Esa lucha también cuenta para construir el futuro.

domingo, 12 de octubre de 2025

La verdad sobre el Problema de Monty Hall

El “Problema de Monty Hall” es un famoso problema de probabilidad, inspirado en el concurso televisivo estadounidense Trato hecho. Fue planteado por el matemático Steve Selvin en 1975 y popularizado por Marilyn vos Savant en 1990.

En términos simples, el problema es así:

Tienes tres puertas cerradas. Detrás de una hay un buen premio (digamos, mil dólares), y detrás de las otras dos, nada de interés (digamos, una escoba y un trapeador).

Solo puedes elegir una puerta, pero sin abrirla todavía.

Le dices al presentador cuál quieres abrir. El presentador sabe dónde está el premio y entonces abre una de las otras dos puertas que no elegiste, asegurándose de que no tenga el premio.

Ahora quedan dos puertas cerradas. Él te ofrece la opción de mantener tu elección inicial o cambiarte a la otra puerta.

¿Qué haces: la mantienes o la cambias?

La solución clásica dice que te conviene cambiar, porque tus probabilidades iniciales eran 1/3 para la puerta que elegiste y 2/3 para las otras dos, y al descartar una de ellas (porque ya se abrió), esos 2/3 se “concentran” en puerta restante. Según esta visión, cambiar siempre tiene más chances.

Pero si lo analizamos de forma literal, considerando todos los universos posibles (combinando las opciones tuyas y las del presentador), la historia cambia. En cada escenario, una vez que el presentador abre una puerta, quedan exactamente dos posibilidades igualmente probables: o tu elección inicial es correcta, o no lo es. Veamos todo el desglose:

Si eliges la puerta 1

  • Premio en la 1, él abre la 2
    → cambias a la 3, pierdes.
  • Premio en la 1, él abre la 3
    → cambias a la 2, pierdes.
  • Premio en la 2, él abre la 3
    → cambias a la 2, ganas.
  • Premio en la 3, él abre la 2
    → cambias a la 3, ganas.

Si eliges la puerta 2

  • Premio en la 1, él abre la 3
    → cambias a la 1, ganas.
  • Premio en la 2, él abre la 1
    → cambias a la 3, pierdes.
  • Premio en la 2, él abre la 3
    → cambias a la 1, pierdes.
  • Premio en la 3, él abre la 1
    → cambias a la 3, ganas.

Si eliges la puerta 3

  • Premio en la 1, él abre la 2
    → cambias a la 1, ganas.
  • Premio en la 2, él abre la 1
    → cambias a la 2, ganas.
  • Premio en la 3, él abre la 1
    → cambias a la 2, pierdes.
  • Premio en la 3, él abre la 2
    → cambias a la 1, pierdes.

Si contamos todos estos 12 "universos paralelos", vemos que en 6 escenarios, si cambias tu elección inicial ganas y, en los otros 6, si cambias pierdes. La elección final tiene la misma probabilidad de ganar: 50/50. Es decir, no importa si mantienes o cambias. La clave está en considerar las posibilidades condicionales combinando tu elección con la acción del presentador, y no solo agrupar probabilidades globales desde el inicio.

Conclusión: la solución clásica es engañosa porque no considera los escenarios individuales. En la práctica, después de que el presentador abre una puerta, mantener o cambiar es como lanzar una moneda.

La victimización como táctica

Desde la asunción de Nayib Bukele como Presidente de la República en 2019, la oposición salvadoreña le colgó el cartel de “dictador”, incluso cuando los partidos tradicionales aún controlaban la Asamblea Legislativa, el Órgano Judicial, el Tribunal Supremo Electoral, la Fiscalía, la Corte de Cuentas y otras instituciones estatales.

Luego, cuando la población le otorgó la mayoría legislativa calificada al partido Nuevas Ideas en las elecciones de 2021, el coro opositor nacional e internacional se lanzó con desenfreno a vender la idea de “la dictadura” que se instauraba en el país, porque ya controlaba los tres órganos del Estado —pero sin enfatizar que fue la gente en las urnas delegó ese poder. Este relato se lo compraron, por un tiempo, varios gobiernos europeos y, especialmente, el Departamento de Estado de la administración Biden, quienes durante algún tiempo siguieron ese guion.

Ahora, luego de que la ciudadanía reeligiera al presidente Bukele con el 85 % de los votos en 2024 y, al mismo tiempo, redujera la cuota opositora a solo 3 diputados de 60 en la Asamblea, el clamor de las voces opositoras contra “el régimen” ha arreciado con notable desesperación, aunque —vistas las encuestas y expresiones ciudadanas— ese relato pareciera no encontrar eco en la inmensa mayoría de población salvadoreña.

En este contexto, no es difícil sostener la tesis que en El Salvador lo que hay ahora es un conjunto de voces opositoras dispersas y sin amalgama, que luchan contra una dictadura imaginaria; porque si hay algo que la gente aquí ha sabido, desde hace más de un siglo, es a reconocer dictaduras, y el veredicto popular es, en la actualidad y para este gobierno, absolutorio.

La evidencia es clara. Las dictaduras reales —como las que padecimos hace 50 años o las que existen hoy en Cuba, Nicaragua y Venezuela— cometen escandalosos fraudes electorales, cierran violentamente todos los espacios de expresión disidente, reprimen criminalmente manifestaciones de protesta, torturan sistemáticamente y realizan ejecuciones extrajudiciales, todo con el fin de mantenerse en el poder por la fuerza. Ninguno de esos indicadores existe en El Salvador, por más que la red de propaganda nacional (liderada por El Faro y Cristosal) e internacional (encabezada por Amnistía Internacional, Human Right Watch y sus medios afines, como El País y Deutsche Welle), traten de implantarlos a través de manipulación de datos y falsa generalización de supuestos casos.

Ahora bien: la estrategia o plan general es etiquetar al gobierno de Nayib Bukele como “dictadura”, mientras que las tácticas son los medios concretos que utilizan para abonar a tal propósito. Una de ellas es la victimización. A falta de represión real, inventarla. O mejor aún: representarla performativamente.

En esa línea, ha habido casos en que ciertos protestantes han buscado filmar, presentar y viralizar escenas de “brutal represión”, pero ante la falta de estas, se tiraron en el piso, fingiendo haber sido agredidos o, en otras ocasiones, tan solo obtuvieron jaloneos, presentando a la camisa (rota por ellos mismos) como sufrida víctima. Sus casos de referencia favoritos son los de personas que están procesadas por delitos bastante menos nobles que la disidencia —tales como enriquecimiento ilícito, estafas, fraude electoral y negociar con grupos terroristas— a quienes gustan llamar “perseguidos políticos” y, últimamente, “defensores de derechos humanos”. Por supuesto, también están los periodistas y oenegés activistas, financiados desde el exterior, que para no cumplir la Ley de Agentes Extranjeros trasladan sus oficinas a otro país, con fines de evasión fiscal, pero lo presentan como “prueba” de cierre de espacios de expresión. En todo esto, no faltan quienes se creen su mismo discurso de miedo, retirándose de la vida pública con un terror tan genuino como autoinducido por sus propios círculos, cámaras de eco basadas en nada. Hay también un pequeño sector que podría denominarse “oposición de cristal”, que se quiebran y huyen despavoridos en cuanto les aparecen reacciones adversas de la población en sus redes sociales (así sea un emoticono de payaso) contra sus publicaciones de escritorio, desarraigadas de la realidad.

El problema para ellos es que dichas ficciones solo las creen y les dan publicidad su mismo grupo de autovalidación; pues ante la opinión pública general, no pasan de ser actuaciones sin credibilidad. De fondo, está la diferencia evidente entre las dictaduras reales y una dictadura imaginaria que han elaborado para justificar su modus vivendi, es decir, el financiamiento internacional de sus activismos.

jueves, 9 de octubre de 2025

Quién debe conducir la PDDH

Llega el momento, como cada 3 años, de elegir titular de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH). Comparto contexto, historia y algunas ideas. Doy mi opinión al final.

1. La PDDH nace en 1992, con los Acuerdos de Chapultepec, para “velar por la protección, promoción y educación” de los DD.HH. en la sociedad. El titular lo elige la Asamblea Legislativa con mayoría calificada. Su debilidad de origen: puede investigar denuncias, pero sus resoluciones no son vinculantes.

2. Su naturaleza es no partidaria y tampoco debería ser usada para fines políticos (como pasó con las dos comisiones de DD.HH. “gubernamental” y “no-gubernamental” durante la guerra, que denunciaban solo al bando contrario).

3. ARENA y FMLN vieron en la PDDH un espacio para colocar a personas afines a sus intereses, buscando instrumentalizar la institución. Y cuando no lo lograban por negociación (bloqueo mutuo), pusieron a funcionarios anodinos y, en ocasiones, altamente incapaces (ej. Peñate Polanco, 1998).

4. Para abonar a lo anterior, recordamos a titulares que dijeron cosas muy extrañas, como Beatrice de Carrillo (2001) cuando fue a Mariona a visitar reclusos, llamándoles “mis niños”. En otra ocasión, sugirió dar instrucción militar a las pandillas.

5. La procuradora Raquel Caballero llegó al cargo en 2016, elegida por ARENA y FMLN. Recibió muchas críticas y no fue reelegida en 2019 por esos partidos, pero retomó el cargo en 2022, con el apoyo de Nuevas Ideas (que para entonces ya era la mayoría calificada).

6. El sentido político de su elección en 2022 fue presentar, ante la comunidad internacional, a una funcionaria en un cargo sensible que no pudiera ser tachada como simpatizante o afín al bukelismo; es decir, que no la deslegitimaran por esta causa. Esto fue explicado por el presidente Bukele en cadena nacional.

7. La gestión actual de Raquel Caballero se da en el contexto de la Guerra contra las Pandillas y el Régimen de Excepción, con el trasfondo de una estrategia de oenegés y activistas opositores para atacar al gobierno, arropados bajo la bandera de los DD.HH. Las críticas recibidas por la funcionaria son, principalmente, porque no se ha alineado a esta causa.

8. Superada la fase crítica de la Guerra contra las Pandillas, considero que se necesita una PDDH que no le haga el juego político a la oposición, pero tampoco parezca alineada con el oficialismo, sino que se centre en su misión institucional. Una persona con ese perfil es muy difícil de hallar, dada la polarización y etiquetas existentes.

9. Personalmente, creo que la Asamblea debería abrir espacio para nuevas postulaciones que surjan de la verdadera sociedad civil. Pero si se agota este recurso y no hay una candidatura idónea, no se extrañen de que la actual titular sea reelegida.

martes, 7 de octubre de 2025

"Recuentos", una antología personal de Rafael Fco. Góchez

Publicado en Diario El Salvador
Redacción: Edgardo Rivera

El escritor Rafael Francisco Góchez lanzó recientemente su obra Recuentos, basada en una recopilación de 25 cuentos que representan su testimonio literario y un mapa íntimo de la realidad salvadoreña entre 1987 y 2002.

Esta antología ofrece una visión panorámica y depurada de esos años que el autor considera el núcleo de su carrera.

"La obra es una antología personal de mis relatos, yo diría que definitiva. La recopilación recoge una etapa de quince años como escritor de ficción, comprendida entre 1987 y 2002, durante los cuales obtuve cinco premios nacionales de narrativa, publiqué tres libros y participé en foros literarios tanto nacionales como internacionales", afirma Góchez.

La temática de su narrativa es variada. Algunos de sus cuentos se relacionan con los últimos años del conflicto armado entre la guerrilla y el ejército; mientras que otras abordan circunstancias urbanas de San Salvador.

"En cuanto al estilo, algunos cuentos se ubican en el contexto de los últimos años de la guerra civil, cuando el absurdo se había superpuesto a cualquier motivación que pudiera haber tenido ese conflicto; mientras que otros marcan una evolución hacia experimentos narrativos urbanos. Son en total 25 cuentos seleccionados con criterio personal, pero también con la asistencia de herramientas de inteligencia artificial como un intento de aportar cierta objetividad", explica el autor.

Góchez ha querido hacer accesible su obra, llevándola al ámbito digital sin ningún costo. "Decidí publicar la obra en línea, con acceso gratuito, privilegiando el criterio de máxima difusión, pero también considerando el contexto sociocultural actual en el que se privilegia el acceso digital por sobre la tradicional obra en papel", expone el autor. Para entrar en este mundo íntimo de Rafael Góchez puedes ingresar a 👉🏼 este sitio.

Para esta colección hace un extracto de algunas de obras como el libro Del asfalto, el libro ¿Guerrita, no? y la colección Los Encierros, que ha publicado a lo largo de su producción literaria. En su antología se puede navegar por historias de Desvaríos entretenedores, El eclipse, El escupefuego, El rostro, El cadáver, La tarde de José Dolores, Leonor y el espejo, Te juro que no estaba bolo, Estados transitorios tras el cristal, entre otras.

"Se han seleccionado veinticinco cuentos que representan distintos registros, desde el humor corrosivo hasta la fábula fantástica, desde la sátira política hasta la introspección psicológica, desde el realismo urbano hasta el lirismo simbólico. El criterio de organización es deliberadamente alfabético, no se busca imponer un itinerario emocional, sino permitir que el lector explore un catálogo de obsesiones, tonos y mundos", expone.

sábado, 4 de octubre de 2025

Amigues e ideología de género

Sobre este punto, tengo una entrada anterior donde sugiero algunos criterios para un uso racional del lenguaje no sexista, relacionado pero diferente a esta polémica.

La primera semana de octubre de 2025, el gobierno de El Salvador, a través del Ministerio de Educación, prohibió el uso del llamado “lenguaje inclusivo” o “lenguaje de género” en los centros educativos públicos, así como en todas las oficinas de esa cartera de estado. Y como todo en el país, la polémica ha sido inmediata.

Hay, por lo menos, dos ángulos desde donde se puede abordar el tema. El primero es estrictamente gramatical. Términos como “amigue”, “compañer@s” (con arroba), “nosotrxs” (que es impronunciable), así como la redundancia de decir “todos y todas”, son formas que no están reconocidas en la gramática normativa.

El segundo aspecto es ideológico y, ciertamente, mucho más complejo. La pregunta es si, al utilizar ese tipo de lenguaje, se está promoviendo, de manera explícita o implícita, eso que muchos llaman “ideología de género”, según la cual la identidad y las preferencias sexuales de una persona deben ser completamente electivas, libres de condicionamientos biológicos y socioculturales. No olvidemos que el lenguaje es ideología, ya que el vocabulario contiene una determinada visión de mundo.

A mi criterio, promover y normalizar en edades tempranas el uso de palabras propias de una ideología que pretende desplazar a otra —cuando los niños y niñas no tienen la madurez ni los elementos de juicio necesarios para comprender la complejidad de un tema, en el que ni siquiera los adultos estamos de acuerdo entre nosotros— puede ser contraproducente, causando conflictos de identidad y de valores.

Creo que, por prudencia, lo mejor es dejar esas discusiones para cuando llegue el momento y la edad apropiada, con la anuencia y acompañamiento de las familias, sobre la base del respeto a la dignidad de la persona y teniendo siempre como prioridad el mayor bienestar de los menores.

@gochez.rf Amigues e ideología en la escuela. 🏫 #ElSalvador #ideologíadegénero #Educacion #Bukele #LGBT ♬ sonido original - Rafael Fco. Góchez 👍🏼

miércoles, 1 de octubre de 2025

Los datos y las actitudes

Publicado en Diario El Salvador

En días recientes, se han publicado dos datos oficiales como muestra de la clara mejora de la seguridad ciudadana en El Salvador: la etiqueta Mil días sin homicidios (no continuos, pero sí acumulados desde el inicio de la gestión Bukele en 2019) y la confirmación de haber logrado la tasa anual más baja de homicidios en el continente, que fue de 1.90 por cada 100,000 habitantes en 2024 (menor que la cifra de 1.91 que reportó Canadá).

Ante estas evidencias, no han faltado las voces opositoras que de inmediato se lanzaron a desacreditar los números ni bien fueron publicados, basándose en diferencias de criterio sobre cómo contabilizar las muertes violentas, cruzando fuentes y esgrimiendo argumentos supuestamente técnicos, otras veces falaces e incluso hasta sin sentido. En este contexto, resultan llamativas las actitudes públicas de algunos que navegan con bandera de expertos en el tema, así como de ciertos académicos desarraigados de la realidad cotidiana.

Uno de ellos, periodista que por más de una década se ha presentado como conocedor de la subcultura pandilleril, dijo que las cifras antes mencionadas son un “constructo publicitario propagandístico” del gobierno. Más de un opinador ha llegado a afirmar que el recuento presentado no incluye “los homicidios comunes y los feminicidios” —afirmación que es falsa, pues el reporte diario que publica la Policía Nacional Civil da cuenta de los homicidios tanto de víctimas masculinas como femeninas, independientemente de quiénes sean sus victimarios o de su clasificación jurídica posterior. Incluso ha habido quien, en su paroxismo antigobierno, ha pedido incluir en la cuenta de asesinatos a personas detenidas que fallecieron por enfermedades graves preexistentes, así como a supuestos “sepultados clandestinamente” —replicando, en este último caso, afirmaciones difundidas previamente por fuentes de dudosa credibilidad, sin ningún criterio de validación objetiva ni evidencia.

Declaraciones como las antes mencionadas no parecen propias de un afán de exactitud estadística, sino de una consigna por opacar logros a como dé lugar, lo cual se infiere no solo del tiempo que dedican a esta tarea en sus intervenciones en programas propios y ajenos, artículos de opinión y otros espacios mediáticos, sino también por su tono y lenguaje corporal, todo lo cual delata una actitud de franca molestia ante la drástica reversión de la violencia delincuencial que costó más de 106,000 vidas desde la firma de la supuesta paz en 1992.

La discusión fundamental no es si a la fecha del 30 de agosto se habían alcanzado 1,000 días limpios o si en ese momento iban 995, tampoco si la tasa es de 1.90 o de 1.93 sobre 100,000 habitantes. Lo verdaderamente importante es la existencia real y efectividad del Plan Control Territorial, que ha devuelto a la población la libertad de vivir, trabajar y movilizarse sin estar bajo el permanente acoso criminal de las pandillas. Lo central, aquí y ahora, es la constatación estadística, testimonial y vivencial de que los esfuerzos cotidianos de la gente por salir adelante ya no son bloqueados por intimidaciones, extorsiones, reclutamientos delincuenciales, desplazamientos forzados, violaciones y homicidios de las pandillas, que fueron la norma durante las tres décadas de terror en que el país se vio sumergido.

En la tarea de reducir la violencia, está claro que aún hay mucho trabajo por hacer. Este desafío nacional requiere trabajar en conjunto, desde todas las instancias públicas y privadas, para bajar hasta donde se pueda —y ojalá erradicar— los hechos violentos que aún ocurren, producto de la falta de gestión de las propias emociones y una cultura de intolerancia milenaria. La clave está en entender los avances logrados como motivación y prueba palpable de que cuando se quiere, se puede.

martes, 23 de septiembre de 2025

¿Explicar o justificar? Esa delgada línea...

Un asesinato político es, en esencia, un asesinato. Punto. No hay medias tintas. La etiqueta que se le ponga a un homicidio intencional y premeditado únicamente describe la motivación del victimario, pero es irrelevante al momento de condenar el hecho y exigir que sobre el responsable caiga todo el peso de la ley. No hay, en este punto, justificaciones o relativizaciones que valgan, así sean muy sutiles.

Sin embargo, esto último es precisamente lo que hace el director editorial de El Diario de Hoy, Óscar Picardo, cuando se refiere al asesinato del activista conservador estadounidense Charlie Kirk, en un artículo titulado El racismo como “enemigo cultural” (Charlie Kirk), publicado en ese periódico el 22 de septiembre de 2025, apenas doce días después de la muerte del emblemático polemista.

El objetivo de Picardo es señalar que Kirk propagaba el racismo y la xenofobia bajo una reconfiguración discursiva que presenta “narrativas que apelan a la identidad, la cultura y la seguridad nacional”. Para tal fin, cita varias frases fuera de contexto. Pero, al margen de que esta acusación pueda sostenerse o no, aparece ya un párrafo revelador:

"Probablemente esta narrativa antagónica —más otros factores religiosos e inclusive su férrea defensa de la Segunda Enmienda— llevó a que otro fanático le quitara la vida de manera violenta y absurda".

Al llamar al asesino “otro fanático”, Picardo extiende ese calificativo al propio Kirk, poniéndolo en el mismo plano moral que el criminal y, en cierto sentido, responsabilizando a la víctima por haber provocado su propia muerte, por andar difundiendo semejantes ideas. A continuación, cita de manera interesada una frase de Kirk en la que este defendía el derecho de los estadounidenses a portar armas de fuego, para concluir que fue víctima de sus propios planteamientos.

Pese a que el activismo de Kirk consistía, en buena parte, en debatir —de manera abierta pero respetuosa— con sus adversarios, en el transcurso del artículo Picardo lo señala de propagar la intolerancia y lo convierte en villano, cuando afirma lo siguiente:

"Las consecuencias de este tipo de discurso no son meramente simbólicas. El enemigo cultural, al construir un relato de 'nosotros contra ellos', fomenta la polarización social y contribuye a un clima de hostilidad y violencia hacia inmigrantes, latinos, asiáticos, musulmanes o afroamericanos."

Picardo sostiene además que “la narrativa de Charlie Kirk mostraba cómo el racismo y la xenofobia contemporáneos se visten de racionalidad política y de defensa de valores universales” y que, a ese discurso, hay que “analizarlo críticamente (...) para comprender el auge de nuevas formas de exclusión en las democracias occidentales”. Hasta allí, se puede entender el desacuerdo ideológico, que es respetable. Pero el cierre del artículo revela una toxicidad no tan sutil:

"Nadie debería celebrar el asesinato de Charlie Kirk, ni tampoco festejar su discurso como héroe o mártir de una causa política inhumana e indigna..."

Aquí hay dos trampas. Primera: la tibieza del “nadie debería celebrar”, en lugar de una condena explícita. Segunda: aunque uno esté en desacuerdo con su causa, calificar lo que Kirk defendía como “inhumano” le quita dignidad al hecho de debatir ideas diferentes.

Hay una línea muy delgada entre explicar y justificar un hecho abominable, y el citado artículo parece cruzarla con temeridad. Picardo —o cualquier otra persona— puede estar en profundo desacuerdo con Kirk y criticarlo duramente, pero culpar a sus ideas de su asesinato es una revictimización repudiable y una justificación implícita, todavía más impresentable cuando proviene de alguien que se presenta como defensor de la libertad de expresión.